julio 31, 2017
Cuando el turista organiza un viaje a Japón, en el imaginario aparecen lugares comunes con los que la realidad normalmente no se corresponde. La ilustradora española Núria López Mora cuenta su experiencia desde el humor y una mirada muy personal para recoger esos pequeños detalles -y anexos y coletillas- que no aparecen en ninguna guía turística pero que convierten al cliché en material valioso para la memoria personal.
- Comprarme un kimono de seda. ¡Hecho!
- Comer de todo sin parar… por los ojos y por la boca. ¡Hecho!
- Dormir en un tatami… En el suelo, vaya… Y al día siguiente morir de dolor de espalda… ¡Menos mal que existe el Enantyum! ¡Hecho! Y sin ganas de repetir.
- Mear en un water estilo japonés sin salpicarte. ¡Hecho! Aunque para ello tuve que quedarme prácticamente en bolas.
- Entrar en un restaurante con la carta en japo y acertar con lo que has pedido. ¡Hecho! Eso es fácil porque yo me lo como todo… bueno, casi todo.
- Engordar 4 kilos siendo la cocina japonesa una de las más saludables del mundo. ¡Hecho! Claro, nadie habla de los SevenEleven que permanecen abiertos toda la noche y que están a petar de chuches y marranadas de todo tipo. Y a qué hemos venido a Japón, pues a descubirlo todo, ¿no?
- Entrar en cualquier tienda de chuminadas y salir sin comprar nada de nada. ¡Hecho! No me preguntéis cómo… Me imagino que saturación mortal.
- Subir al tren más rápido del mundo. ¡Hecho!
- Comerse una OKONOMIYAKI con todos los extras que le echen y tú sin rechistar y luego pasear bajo el sol resplandeciente de NARA como si tu digestión no te estuviera matando. ¡Hecho!
- Disfrutar de tus compañeros de viaje e intentar integrarse en la cultura de manera discreta y respetuosa. ¡Hecho!