Queridos amigos venezolanos. Mil gracias por sus muestras de preocupación genuina por el presente y futuro de México. Me queda claro que la situación por la que pasa Venezuela desde hace años es insostenible y que el actual régimen de Nicolás Maduro/Diosdado Cabello es una completa aberración política, legal y económica que ha traído mucho sufrimiento y desesperanza a millones de personas. Deseo de corazón que esto cambie, para bien, y Venezuela vuelva a la normalidad democrática que merece. También entiendo la desconfianza que personajes como Andrés Manuel López Obrador les pueda generar. En mi caso, nunca he sido particularmente adepto a la figura de AMLO. Me parece un líder poco autocrítico y con poca claridad conceptual en algunas de sus propuestas de políticas públicas. Sin embargo, quiero hacer algunos apuntes sobre la situación política de mi país y sobre lo que considero una completa equivocación: temer a AMLO por sus “similitudes” con Hugo Chávez. Empiezo por las más obvias:
1. Hugo Chávez fue un militar de carrera que lideró e intentó un golpe de estado en 1992, a los 38 años. Nunca tuvo un cargo de elección popular antes de ser presidente. AMLO es un civil que siempre ha participado de la vida política y electoral desde su juventud. Fue electo Jefe de Gobierno de la ciudad más grande de América Latina; tuvo trato respetuoso con los empresarios (ver por ejemplo su relación con Carlos Slim, con quien inició la recuperación del Centro Histórico de la Ciudad de México).
2. Algunas de las políticas más criticadas de AMLO como Jefe de Gobierno (las pensiones a las personas mayores, por ejemplo), fueron replicadas a nivel federal y en prácticamente TODAS las entidades federativas de México apenas unos años después de su implementación en la Ciudad de México. Es decir: el discurso de universalización de derechos no resultó ser tan radical, ni puso en entredicho las finanzas de ningún estado.
3. AMLO llegará a la presidencia con 65 años, dos derrotas electorales previas, un infarto al corazón, y mucha experiencia ganada. No tiene ascendencia real sobre las fuerzas armadas, que en el caso mexicano (más allá de excesos documentados en la lucha contra el narco) han resultado ser tremendamente institucionales sin importar el color del partido en el poder. Por otra parte, en México las administraciones federales duran 6 años. En un poco probable caso que AMLO quisiera “perpetuarse en el poder”, lo intentaría siendo un viejo que está de salida. De todos los escenarios, éste es el que menos concibo. Cosa adicional: antes no se veían “nuevos rostros” en el partido de AMLO más allá de su líder. Hoy personajes como Tatiana Clouthier y Marcelo Ebrard han venido a refrescar con ideas y visiones modernas el proyecto de López Obrador.
4. La cercanía con Estados Unidos. Chávez fue un presidente que, en parte, pudo hacer todo lo que hizo porque Venezuela geográficamente hablando está a 2 mil kilómetros de distancia de Estados Unidos (línea Maracaibo – Miami). Aún con sus ideas y acciones radicales, Chávez nunca representó un problema de seguridad nacional para Estados Unidos. Por eso podía insultar a los “yanquis” a diestra y siniestra y no pasaba nada. Esto es completamente distinto con México, país con el que comparte miles de kilómetros de frontera. Una locura “radical” de AMLO encendería de inmediato todos los focos rojos de Estados Unidos y de los mercados internacionales.
5. La Venezuela de Chávez logró financiar decenas de políticas públicas y proyectos sociales gracias a los altos precios del petróleo, que fue y sigue siendo la principal entrada de recursos del país. En México, el petróleo cada vez representa menos. Hoy por hoy representa menos del 18% de los ingresos presupuestarios del sector público. Por ello, para AMLO es indispensable contar con inversión extranjera creciente y constante, impulsar el turismo, y mantener unas finanzas sanas.
6. Por supuesto que AMLO y su equipo se equivocarán. Es lógico. Es inevitable. Habrá escándalos y promesas no cumplidas. Estemos atentos y seamos críticos cuando eso suceda. Pero no caigamos en la tristeza previa innecesaria, en las comparaciones fáciles o las críticas superficiales. Y mucho menos nos creamos un discurso que en México nos intentaron vender desde 2006. No sólo es anacrónico. Es falso. Lo digo con toda sinceridad y agradecimiento. Y con especial cariño y admiración para Jessi Freitez Guedez Ewald Scharfenberg y Kevy Nathalie Alcindor Rangel, quienes con sus dudas y comentarios recientes, de alguna manera me han suscitado estas reflexiones.